lunes, agosto 06, 2007

Decrépito

Pensé que era buena idea borrar todos los nombres de mis cuadernos. Cuando eres viejo y decrépito la vida es aún más interesante porque puedes hacer lo que sea con la justificación de la senectud rabiosa. Mi juventud también había sido rabiosa, pero en ese largo periodo de ignorancia no sabes en dónde tirar los golpes. Cuando eres joven pierdes el tiempo dando tumbos y patadas al aire. El viejo, sin tanta agilidad, debe pensárselo dos veces antes de siquiera comenzar el pleito, pero cuando lo ha decidido, se arroja con lo que le resta directo a la yugular. Eso lo digo porque soy un hombre necio que logró llegar sin un pleito y con todos los huesos intactos a la decadencia.

Cuando terminé de borrarlos todos eliminé también fechas y referencias geográficas. Los cuadernos de toda mi vida parecían ahora un infirme clasíficado, rectángulos negros a través de todas las hojas. Me divertí en el transucurso de tres meses, durante los cuales anoté, libreta a parte, contados nombres y fechas que podrían servirme de escarnio futuro.

¿Para qué otra cosa deseamos la memoria sino para burlarnos de todo lo demás? Quien lo guarda para autocompadecerse da lástima a la larga, o gana premios, dijo algún autor que murió antes de ser publicado, según alguien en el diario hace unos años, cuando todavía se publicaban libros que abundaban sobre los sentimientos. Ahora sólo tenemos loas a los ácidos nucléicos y a la fuerza ciega de la evolución.